De vez en cuando, álguien pretende hacer un edificio y va dando los pasos oportunos. Busca suelo y dinero, contrata a los técnicos, a la empresa constructora, pide los permisos oportunos, etc...
Es comprensible que no quiera gastar más de lo que tiene pensado, pero también hay que tener en cuenta que lo que se está pidiendo no deja de ser un producto artesanal con cierta tecnología aplicada y que además involucra a muchas personas de diferente preparación e intereses dispares.
Todo va bien mientras no hay ningún problema, pero resulta que la realidad es cruel y en demasiadas ocasiones, la promoción y la construcción plantean problemas. La mayoría de la gente compra un producto terminado, como por ejemplo un piso, y puede decidir si le convence o no y si el precio es razonable. Pero hay quien quiere algo a su gusto y se mete a promotor, entonces pasa de ser un cliente a ser un agente de la construcción que debe saber a que atenerse.
Un edificio no es un coche, no se hace en una fábrica, lo que no quita que deba tener el mayor grado de calidad posible. Pero además no se puede pedir un deportivo por el precio de un utilitario, ni en automoción ni en arquitectura.
Solicito comentarios sobre el tema.
Casa Eñe de Estudio Albar
Hace 1 semana